Película Un Buen Año

“Un buen año”, una reflexión sobre el vino

Es una película que nos hace reflexionar sobre el valor que se le da al vino, es la historia de un personaje que cambia su vida de broker al heredar un viñedo

POR RODRIGO LLANES/FOTOS. CORTESÍA

Película Un buen año

Para algunos comensales existe un método infalible para beber un buen vino: eligen el más caro de toda la oferta. “No tiene pierde” me han dicho. Y así van por la vida gastando su dinero en alegres borracheras de miles de pesos, lo que hace felices a muchos brokers del mercado internacional del vino que han logrado posicionar ciertas etiquetas en precios cada vez más elevados.

Hace unos 15 años uno podía ir a La Europea y ver en la vitrina una botella de Chateau Pétrus cosecha 1989 en $25,000. Era el símbolo del producto exclusivo que se vendía solo en esa tienda especializada. Hoy en día se vende en Costco, un club de compras de mayoreo y descuentos, en más de $130,000.

¿En realidad vale tanto un vino?. ¿Los métodos de producción son tan sofisticados que elevan los costos hasta ese nivel?. ¿Cada año se incrementa el costo de producción y por lo mismo el precio?. La respuesta es no. Lo que sucede es que ese vino especial se ha vuelto el objeto del deseo de cierta gente que está dispuesta a pagar mucho dinero por sentir el placer de beber algo inaccesible para las mayorías y que lo vuelve especiales.

Los negociantes se frotan las manos con esas hordas de nuevos ricos que dan vida a un sistema económico sustentado en la idea de que a más dinero más felicidad. Y eso lo vemos en la película de “Un buen año.” En donde el protagonista es un broker de la City de Londres que se dedica a especular y generar ganancias espectaculares para la firma en la que trabaja. Hasta que un día lo suspenden por sus métodos “mágicos” de crear tendencias de mercado basados en la nada.

Al mismo tiempo su tío ha muerto, y lo ha nombrado heredero de una propiedad en el sur de Francia en donde se produce vino. Así que tiene que viajar ahí para vender la finca y continuar su vida de cerdo capitalista.

Película Un buen año Pero sucede que todos los trabajadores del Chateau han decidido hacer un complot para evitar que la propiedad se venda. Pues el tío murió con el deseo de que su sobrino se vinculara a la tierra y rescatara de esa manera su alma perdida, pues en su niñez y adolescencia pasaba las vacaciones de verano en ese pequeño paraíso con él.

El complot consistía en simular que el vino que se producía era muy malo, y que la propiedad por lo tanto no tenía valor. Así asustaban a los posibles compradores mostrando además un deterioro ficticio de la finca.

Así que con el paso de los días el protagonista pierde las esperanzas de lograr una buena venta. Y obligado a vivir en el lugar va recuperando sus recuerdos de pubertad y la sabiduría que su tío le inculcó a través de muchos veranos sensacionales. Y por si fuera poco reencuentra el amor en una bella francesa que era su compañera de juegos años atrás.

El momento culminante de la historia, en el que comprendemos la moraleja, ocurre cuando debe volver a Londres para ser despedido y recibir una jugosa indemnización. Pues se encuentra en una sala de juntas con el presidente de la firma y hay un cuadro de Van Gogh. Y en su diálogo con el jefe reflexiona que aquella pintura es la copia fiel del original, la cuál pertenece a la financiera pero que se encuentra en una bodega custodiada como un lingote de oro, sin que nadie la pueda ver. Y sí, el sistema capitalista ha distorsionado a tal grado el valor de las cosas que aquellas que se hicieron para disfrutar y compartir belleza se encuentran custodiadas y encerradas para el deleite de unos cuantos.

Así que con su cheque en la mano se retira del mundo de la especulación y regresa a Francia a vivir en compañía de su mujer y de todos los trabajadores de la finca, que le revelan el secreto de que su viñedo produce uno de los mejores vinos de la región, el cual se llama Le coin perdú, La moneda extraviada. Y que se vende entre los lugareños para así evitar la especulación de los grandes negociantes que han prostituido la experiencia sublime del vino.

Chef e historiador Rodrigo Llanes

Rodrigo Llanes es chef e historiador. Actualmente dirige la Escuela de Oficios Gastronómicos del Goloso Mestizo y de la incubadora de empresas gastronómicas Cooking Impact en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

Es autor de varios libros y articulista en varios medios digitales e impresos. En 2017 creó el proyecto Los 300 platos de Moctezuma, en el que junto a un colectivo de chefs, diseñadores e investigadores rescataron la forma ancestral de comer del emperador azteca.

 

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